Quiero ser feliz, quiero poder decir te quiero sin luego tener miedo de que me partan el corazón en millones de trocitos diminutos y que me cuesta la vida volver a unirlos, porque cada trozo por pequeño que sea duele como si me mataran millones de veces de la forma más dolorosa jamás pensada.
Y luego están todos esos llantos sentada en una esquina de mi habitación, encerrada entre estas cuatro putas paredes, sola, sin consuelo. Y lo único que puedo hacer es intentar llorar en silencio para que nadie me escuche y venga a decirme, para quedar bien, que qué me pasa, que todo se va a arreglar, que no vale la pena; pero a los cinco minutos se van dejado únicamente tras su marcha un puñado de palabras que se quedan flotando en el aire, que no valen nada, y eso hace que llore de rabia además de hacerlo por un amor que ha muerto, que no es correspondido, que está basado en una gran mentira; por dolor, por impotencia, por soledad, por nostalgia...
Pero, aparte de la música y este boli y estos folios, ¿qué me queda? ¿La cárcel que son estas cuatro paredes? ¿Todas las lágrimas derramadas y que derramaré? ¿O un puñado de mentiras y habladurías?...